Al Borde del Cambio
- cecilia lahitte
- 7 jul
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 2 oct
En la práctica, nos acercamos al malestar.
No para huir de él, sino para comprenderlo.
La cercanía al desafío, sea físico, mental o emocional, se convierte en la puerta silenciosa hacia la transformación.
Esta proximidad puede incomodar.
Diluye el límite entre lo que elegimos y lo que resistimos.
Y, sin embargo, la misma incomodidad que nos invita a detenernos suele ser la señal de que estamos justo en el borde del crecimiento.
El camino del yoga es solitario.
Elegir la profundidad por sobre la distracción puede sentirse aislante.
Pero en esa soledad nos encontramos sin máscaras.
En ese silencio, comienza a emerger algo verdadero.
Cada respiración es un encuentro con la impermanencia.
Ninguna práctica es igual a la anterior.
Ningún estado está garantizado.
Y, aun así, volvemos.
No por control, sino por presencia.
Practicar es aceptar que vamos a tambalear.
La vulnerabilidad y la estabilidad no se oponen, se acompañan.
Una nos enseña a ablandar; la otra, a regresar.
El cambio no es estruendoso.
Es lento, muchas veces invisible.
Se esconde en la repetición, en esos momentos callados en los que seguimos volviendo, sin saber quiénes seremos hoy.
¿Qué soltaste para mantenerte honesto?¿Dónde te pidió la incomodidad que escuches más de cerca?¿Cómo podés suavizar los bordes de la resistencia?
Al final, la transformación no grita.
Respira.
Susurra bajo la superficie, no pide perfección, sino presencia.
Cecilia




Leyéndote reflexiono sobre la valentía que hemos ejercido por tantos años al acercarnos al filo día tras día, práctica tras práctica, Descubriendo así nuestro potencial infinito.